viernes, 13 de junio de 2014

Día 8

Caminando por las calles de Cherán
Comenzando con el Stop motion 
Meditando 
Ensayo!
Practicando la canción con Gabo
El estribillo
Círculo con el Nano
Por la mañana la casa estaba a reventar. Los niños del aula de kinder con la que compartimos casa, por un lado y por el otro, en el jardín de la casa, el equipo de guías recortando, pegando, componiendo canciones - guitarra en mano -, escribiendo guiones. En el fondo un reproductor tocando música latinoamericana, desde trova cubana hasta argentina contemporánea. Somos una muestra activa desde México hasta eso que los que no conocen, llaman el Cono Sur ¡Si supieran que allí se vuelve a abrir el mundo!

Aquello era un paraíso de creación multicolor. Una hamaca en blancos y violeta,  que se vino de polizón con nosotros desde Quintana Roo, cuelga de la estructura de los columpios en el jardín, con Sami de pasajero. Me acerco. Me da una monedas para el Ciber, parte de nuestra fortuna restante-. Salgo a la calle. Nos veríamos en la escuela esa tarde.

Lo que había escrito temprano en el comedor comunal al desayuno, junto con las fotos que edité en el Ciber, subieron a esta nube virtual que nada tiene que ver con las que cobijan el sueño de los bosques que rodean la casa en las faldas del cerro de San Miguel. Los demás verían lo virtual. Me sorprendió a frase, pero era cierta.

Eran las tres de la tarde. Don Enedino esperaba con los niños de la escuela Lázaro Cárdenas que el dirigía, en el patio de la escuela Casimiro Leco, nuestra sede de teatro. No alcancé a llegar más temprano para jugar con los primeros niños al  zorro astutocomo los días anteriores. Enedino se ocupaba personalmente de los asuntos de sus alumnos dentro y fuera de la escuela. Era él quien había traído al grupo vespertino el primer día del taller. Me había advertido también sobre lo difícil que podría ser el grupo por las condiciones familiares en las que vivían - incluyendo a los dejados-.

Me encantó decirle que su grupo estaba ya integrado y trabajando muy bien, salvo José cuyo enojo podría requerir ayuda de un psicólogo. Le agradecí que fuera él nuevamente, quien de todos los directivos y maestros, junto con las visitas frecuentes de Don Trini - nuestro Keri (tata o abuelito miembro del Consejo Mayor del pueblo) anfitrión que ha organizado todo - , mostrara interés. A Enedino le importaban estos chicos como alumnos y como personas. Les daba a algunos la atención que no tenían en casa. Sería él también quien calmaría la curiosidad vuelta inquietud en aumento, de las madres y familiares de los niños, por saber qué hacían y por qué salían cerca de las ocho de la noche del taller. Habíamos pedido a los niños mantener en casa bajo un manto secreto, lo que preparaban. Era primero importante que el niño fuera él o ella misma, libre de la tutela de padre y familia en el taller esos días, y en segundo lugar, garantizar la sorpresa con la obra en la audiencia que la vería.

Para cuando todos los demás guías y niños estaban dentro del salón, Nano pidió a los niños repetir su propia organización del día anterior, sin guías adultos de por medio. Los niños armaron su círculo de inicio. Los mayores asumieron su rol de guías y separaron a los que se distraían en juego de pares. El murmullo del salón cesó. Enedino se fue contento.

Tras el círculo salimos en grupos pequeños al patio, para continuar los ensayos. Escenografía se quedó en el salón. Era el día de cubrir con papel estraza las máscaras hechas de tela y yeso el día anterior a la forma del rostro de los Ninjas. Para adherir el papel usaron atole - la bebida caliente y espesa que se hace con harina de maíz y leche como base y que se consume en todo México -. Es un engrudo excelente, fácil de aplicar con el dedo.

Sebastián, nuestro guía-videógrafo, nombró a Alex, de doce años, su ayudante y le enseñó a filmar una animación en stop-motion hecha con recortes de los dibujos de los niños de días anteriores. Se utilizaría para abrir la obra y para el vídeo de Cherán.

Afuera ensayamos con guiones en mano. Los que habíamos escrito e impreso por la mañana.

De regreso de recreo los niños hicieron un círculo de meditación y se acostaron en el piso. Nadine, guía y amiga, la condujo. Más de un par de niños se durmieron por unos minutos durante la sesión. Conté en el circulo unos diez niños menos que el día anterior. Cerca de treinta y ocho. Había empezado el mundial de fútbol. Estarían algunos en su primera falta, otros en su segunda definitiva para salir del taller; participar no cuesta nada, pero quedarse requiere disciplina y asistencia. Los niños entienden en el taller que su rol forma parte de un equipo de otros niños que los necesitan como personas y para ejecutar sus personajes en la obra.

Benito, el mayor del grupo, llegó tarde y se fue. Informó de su decisión a Nano de mejor ver jugar a Brasil en el mundial que estar en el taller. Nano le habló pausado de las consecuencias. ninguno de nosotros queríamos que se fuera, pero era su decisión y lo hizo. Eligió Brasil. Su madre eligió en cambio, apagarle el televisor en su tienda y lo trajo de regreso. Es bueno tener un adulto a veces alrededor, siendo niño. Benito actuó todo el día y olvidó su pesar. No se si esto sea posible mañana con el partido inaugural de México. El fútbol es un deber de carácter nacional. Los que lo programan al aire y lo organizan, sin embargo, son un negocio de carácter empresarialmente muy individual- un pleonasmo -. La combinación suele ser una herramienta política, un velo de invisibilidad y una cortina de humo en cuanto a despertar conciencias se refiere.


Tras la meditación, armamos un nuevo grupo para ensayar una nueva escena de la obra. Seleccioné a los mejores zombies, 4 niños  - Iván, Adán, José y Alex -, y a Tsitsiki, una de las niñas más listas y echada para delante. Haríamos un número de Clown sobre la desinformación de en las cadenas de medios comerciales. Todos saldrían con narices rojas. Los senté en una banca en el patio. Así como los acomodé, terminará la obra- les dije. Esta obra es sólo con el cuerpo. No tiene textosagregué. Se sonrieron. Saqué el guión del bolsillo y lo ensayamos. En diez minutos los chicos manejaban perfecto el sketch, que resultaba divertido. El uso de máscaras la tarde anterior había hecho su efecto. Aprendieron a moverse lento y a usar sus gestos y yo pude referirme a ello para mostrarles. Les encantó verse en fotos, actuando.

De regreso en el salón, Nano nombró a dos chicos escenógrafos. Practicaron el movimiento de muebles y utilería que cada segmento de la obra necesitaría. Acto seguido presentamos por primera vez todas las escenas de la obra completa, incluyendo el de zombies. Salió bastante bien. Todos pudimos sentir lo que sería la obra final. Nano ajustó detalles y repetimos con mejoras.

Al filo de las siete, el grupo se puso a cantar la canción de la obra, con las nuevas estrofas que había compuesto un inspirado Gabo esa mañana en el jardín de la casa. Disfruté la canción. Los niños que a estas alturas no querían cantar tuvieron la oportunidad de salirse del coro a la invitación de Nano, que les reconoció el valor de aceptarlo públicamente. Ellos ya no estarían en la escena de cierre.

Cantamos la canción una vez más y cerramos con el círculo, para despedir a los
niños.

Me sentía bien, contento, en el cierre de guías que hacemos ya que salen los niños. El día siguiente sería el último para ensayos individuales. El sábado era el general. Escenografía haría los vestidos de los que actuarían de árboles.

Dejamos la escuela. Tomamos aire en la plaza del pueblo. Mientras nos reuníamos todos, el antojo del final de la tarde nos llevó al puesto de la madre de Santiago, uno de los guías locales estudiantes de la pedagógica nacional. Ella tiene el mejor chilatole que he probado. Cremoso, verde, con granos de elote dentro - como una sopa poblana - pero con yerba de anís dentro. Durante la espera también hubo postre: los amigos del puesto de buñuelos enviaron una prueba de lo que llaman buñuelos remojados. Rompen el buñuelo - un fritura de masa de trigo en disco grande como una pizza, que lleva azúcar encima - en una olla de cobre (Michoacán tuvo artesanía en cobre desde siempre en el pueblo de Santa Clara del Cobre)  - y lo remojan en miel de piloncillo que vierten en el momento, hasta resblanceder. Este postre se toma con atole de blanco- un atole de maíz en agua y sin azúcar -. Una delicia, más cuando hacía frío en la plaza.
La madre de Santiago se rehusó a cobrarnos el consumo como atención que le aceptamos  de corazón. Así es la gente en Cherán.

Por la noche festejamos con unas quesadillas al estilo Michoacán, por cena. El grupo estaba relajado y de humor simple. Nos reímos de un montón de tonterías.

De regreso en casa Sebastián nos deleitó con cine, esta vez Caótica Anade Julio Medem. La película me encantó. Había mucho en mi cabeza al ponerla en la almohada, pero la luna llena, grande y clara de esa noche, se lo llevó todo.

Juan Ayza

1 comentario:

  1. ....QUÉ PENA NO HAYA COMENTARIOS DE ESTA NOVELA DE LA VIDA REAL........FELICIDADES A ESTE GRUPO-EQUIPO DE ENTUSIASTAS PERSONAS Y QUE TENGO LA FORTUNA DE CONOCER Y UN POQUITO PERO SUSTANCIOSO TRABAJO PUDE DISFRUTAR.....UN ABRAZO SINCERO!!!!

    ResponderEliminar